No creerás lo que ocurrió durante el Concierto de My Chemical Romance…
¿Qué sucede si pestañeas frente a la estatua de un ángel de mármol? «Pestañea y estás muerto» reza una reconocida frase entre los capítulo de una serie de culto británica. Esa no era la razón por la que no quería pestañear esta ocasión.
La tensión y el deseo, la ansiedad y también la incertidumbre, todo aumentaba conforme pasaban los segundos para aquellas personas de pie en el Shrine Hall de Los Ángeles, California, y también para otros clavados con la mirada fija en la pantalla del celular donde, conectados a la transmisión en vivo desde las cuentas de @dietshampoo y otros en Instagram, casi 30 mil personas alrededor del mundo veían fijo sin parpadear a los ojos a aquel ángel que señalaba acusador. «Ustedes, son los últimos segundos antes de que se unan a esta gran Marcha Negra, ¿están listos?»
Tras una mezcla de emociones rememorando con una mezcla de melodías y frases que cubrieron perfectamente cada época de la banda, la respuesta vino al unísono cuando quebró el silencio la frase que todos gritamos eufóricos, liderados por Ray Toro. Todos volvimos a sentir la emoción de empatizar con aquel fanático de los juegos de rol y poco habilidoso en los deportes que jamás iba a lograr su objetivo. Nosotros al menos llegamos a contemplar el nuestro: Verlos y oírlos en un regreso triunfal ante los ojos de todo el mundo.
Las primeras notas pusieron a todos, presentes y desde lejos, a vibrar. El grito lo compartimos en niveles espirituales que pocos comprenderían, pero que llenaron más allá de Los Ángeles de sentimientos encontrados. El cuarteto más esperado se hacía presente tras casi siete años de espera, como lo habían prometido. ¿De qué manera podíamos hacerles conocer que esto era algo anhelado desde la profundidad de nuestros pensamientos? Solo coreando los versos que nos aprendimos tras cantarlo miles de veces. Y sí, en ese momento todos alzamos el puño al ritmo de “I’m not okay”, alzando nuestras voces al unísono, celebrando el regreso triunfal de una parte importante de nuestras vidas. La espera no fue en vano.
Las personas aparecían a borbotones al frente de aquel escenario donde el sudor y lágrimas de aquel cuarteto de New Jersey se hicieron presentes, solo por tener el deseo inconmesurable de revivir las épocas cuando estas canciones sonaban por primera vez en el oído de muchos en vivo. Mientras tanto, para muchos tantos fans de la banda, esta era aquella ocasión surrealista de presenciarlos, de sentirlos, de notar que en realidad esas canciones tenían una carga poderosa. A muchos los salvaron de situaciones oscuras, a otros los animaron día a día. Esa noche, a miles de personas nos devolvía la esperanza. Desde el primer instante en que vimos a Gerard interpretar con la misma pasión cada palabra supimos que iniciaba una nueva época para todos: Ahora él nos volverá a guiar hacia otro mar de experiencias que fluirá por la lírica y el canto.
La banda se mostraba contenta, como era de esperarse. En sus rostros se notaba el empeño y dedicación que le ponían, tras haber silenciado tanto tiempo su arte. La energía de cada uno de ellos seguía tan presente como la última vez que estuvieron delante de las personas en un concierto, como la última vez que se unieron para formar música. Con el carisma que nosotros entendemos, Gerard Way lograba que todos estuvieran en su lugar en esa noche: El micrófono no era sólo de él, sino de todos que en varias ocasiones lograron hacerse escuchar aún más fuerte que las bocinas del lugar. Nadie opacaba a nadie, de todas maneras, porque también fuimos todos testigos de que la voz de Way persistía en entregar lo mejor de sí, casi como si el tiempo se hubiera detenido en sus cuerdas vocales. Por otro lado, en el bajo, su hermano. Mikey Way, quien también hacía una presencia más notoria al frente, que lucía mucho más conectado con la interacción en la primera fila, conduciendo con los ritmos base los latidos de la música que hacía estallar el local.
House of Wolves sin duda es una de las canciones del ahora cuarteto que pone a saltar a todos. Para el instante en que esta canción sonó, todos dejaron de lado el canto e hicieron lo que mejor encajaba con la canción: Bailar. Danzar. Mover el cuerpo. Ahí es donde claramente abrimos más allá de nuestra mente para entender que el impacto que las canciones de My Chemical Romance está en nuestra vida hasta la última fibra de nuestros cuerpos. Pocos intervalos existieron donde se conversaba: En el primero que surgió tras esta canción, Way expresaba que no se sabía cuántas ocasiones más podría repetirse una situación como aquella, y que era válido disfrutarla con todo lo que tuviéramos a mano. Los agradecimientos respectivos se hacían lugar entre las palabras, antes de hacer una sentida entrega de la siguiente canción, Summertime. Una vez más confirmamos a viva voz que correríamos junto a ellos las veces que quisiéramos, y queremos hacerlo más a menudo.
La típica energía intensa de buena vibra y fuerza que pone a todos alerta y en buena disposición para continuar a lo largo de la jornada la ponía, como siempre, Frank Iero. En muchas ocasiones se mantenía a un lado del escenario, pero a la par no desaprovechaba la oportunidad que pudiera tomar para encender el ambiente con saltos y movimientos fuertes mientras interpretaba rápidamente las notas en su guitarra. Movimientos tan propios de él, como el de cerrar las canciones como si de un rifle disparando se tratara, o el eventual head-banging era lo que nos empujaba a todos a soltarnos y envolvernos en su esfera. Del otro lado del plano, Ray Toro también se destacaba, puesto que se veía más animado, con una sonrisa cuando no estaba concentrado plenamente en que las notas salieran totalmente pulidas y perfectas. Impecablemente, y como es sabido por todos nosotros tras tantos años de escucharlo, hacía que la armonía de las canciones perdurara de principio a fin, cosas de genios.
Todos quieren salvar al mundo, pero nadie quiere dar el primer paso. Todos quieren salvar al mundo, pero no quieren hacer espacio. Todos quieren salvar al mundo, pero pocos lo logran. Make Room! y Na Na Na tienen en común esta frase en particular, que desde mi perspectiva sumariza todo lo que My Chemical Romance intenta transmitirnos constantemente. En una época donde estamos sintiendo los estragos de que nadie se disponga a dar una acción para cambiar de lo que nos quejamos constantemente, estas canciones representan no solo un respiro de lo que escuchamos en nuestro entorno día a día, sino también un mensaje de que jamás estuvimos solos, y que siempre hemos sido comprendidos por un equipo de personas, cuyo arma principal es el arte. A lo largo del mundo, quienes esperábamos ver este concierto nos hemos sumado a sus iniciativas desde nuestros propios contextos. Diferentes expresiones de arte, diferentes manifestaciones de esperanza, distintas acepciones de “devoción”. Este día llegó para quienes invirtieron muchos meses organizando una reunión de fans o se pasaron noches enteras haciendo carteles con mensajes pidiendo su regreso. Tantos tuits y tantos reposts, así como videos y llamadas a la radio pidiendo sus canciones. Para quienes no dejamos de creer, supimos que nuestro momento se cristalizó entre esas paredes, especialmente cuando vimos a Way persignarse al cantar “Our Lady of Sorrows”. Empujarnos mentalmente a tantos años atrás cuando esta banda iniciaba sin duda nos hizo reflexionar en medio de la euforia y los gritos que había un propósito más allá de las letras. Un movimiento a nivel global, una gran marea de personas que ahora terminaban de hacerse amigos de quienes tenían a su lado y sabían que no eran aquellos “locos” que muchos señalaron. Un punto de quiebre donde al convertirse en una sola voz pagaban el tributo que pretendían ofrecerles.
Pasó la noche y tras perdernos en las melodías, percibíamos pronto el final. Las dos canciones que ninguno podría olvidar jamás, de las que se sabía cada persona la última coma y el último punto habían llegado. Muchos descubrieron esta banda con el visual magnífico de una bailarina en el limbo entre la vida y la muerte con un grito desesperado de fondo: “¿Puedes oírme, estás cerca de mi? ¿Podemos pretender marcharnos y después encontrarnos de nuevo cuando nuestros automóviles choquen?” Aquella canción que venía con una inmensa carga de recuerdos, memorias, sentimientos… Todo a la vez. Esa misma que hizo miles de corazones latir al unísono aquella noche, fue una de las joyas de la corona. Llegaba el agridulce sentimiento de las lágrimas en los ojos y el nudo en la garganta, porque era el inicio de una nueva etapa, y aún así sabíamos que la noche estaría por acabar. Con las últimas fuerzas cantábamos todos desde donde estuviéramos un “hasta pronto, y buenas noches” que nos liberaba de la espera de estos seis años en los cuáles hubiéramos dado todo lo que poseemos por cantarla como en ese instante. Seis años de espera que cobraban sentido.
“The G note” es uno de los millones de memes circulando por la internet actualmente. Desde el anunciado regreso cobró fuerza en redes sociales como TikTok y Snapchat con alusiones a cómo otras canciones tenían el mismo inicio que esta última canción, y que sonaban similares, causando la nostalgia de muchos fans de My Chemical Romance fluir en videos cortos, demostrando que la llama estaba aún encendida. Muchos caían en bromas de amigos y familiares que evocaban los recuerdos de algo que hasta hace unos meses creíamos imposible. Y el momento estaba ahora ante los ojos de muchos. Esa nota que se impuso sobre los gritos, coreos, vítores y aplausos. Esa intro que nos trasladó en conjunto a La Marcha Negra.
Aunque habían dejado el escenario, Gerard, Ray, Mikey y Frank habían aparecido una vez más para dar sus agradecimientos por una grandiosa bienvenida, anunciando que esta podría ser la canción que todos querían oír esa noche. Y sí, todos estábamos listos. El piano nos anunciaba que ahora era imposible contener las lágrimas. Al final, las voces rugieron como nunca en toda la noche, y se notaba tanto en Los Ángeles, como en el resto del mundo. Sea como sea que presenciamos el concierto, esta canción era necesaria de cantar. El pecado más grande de la vida de cualquiera de nosotros sería justamente dejar pasar el momento y callar. No podíamos permitirnos aquello tras tantos años de incertidumbre: Era real, al fin. Era seguro, era verídico, era la certeza de que la música volvió a nuestras vidas en la forma de una banda que ahora nos unía una vez más. ¿Cómo podría describir más lo que se vivió en aquellos minutos? ¿Acaso todos nos habíamos vuelto The Patient y nos llevaba en un viaje junto a Mother War y The Soldier el ritmo de la guitarra? ¿O ya nos habíamos vuelto como aquellos ángeles de piedra, desfallecidos en un abrazo y soñando lo que tanto deseaban nuestros corazones? ¿Quizá tomábamos forma en las cuerdas de la guitarra de Frank, o el micrófono de Gerard? Lo que era seguro era una sola cosa: Podían ir, intentar, tratar, pero el mundo nunca tomaría nuestros corazones. No podríamos explicarlo, ni decir que lo lamentábamos, y sin miedo mostraríamos nuestras cicatrices.
Éramos solo personas, no héroes. Éramos personas que teníamos que cantar esta canción… Y seguir.
Solo que ahora lo haremos con más esperanza que nunca de verlos, porque han vuelto. Sí, han vuelto, y con la esperanza de que ahora para quedarse.
No te preocupes. Todos podemos ver el concierto si aún no lo hemos hecho, o si queremos volver a recordarlo por muchas ocasiones. Existe un video en YouTube con la grabación del streaming que realizó una de las cuentas de Instagram durante el concierto, con el contenido total del evento. Puedes verlo en este enlace.